6 de abril de 2008

Drácula

XXI

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD
3 de octubre.

[...]Accionó el picaporte mientras hablaba, pero la puerta no cedió. Nos abalanzamos contra ella: se abrió de golpe con un estallido, y apunto estuvimos de caer todos al suelo. El profesor cayó efectivamente, permitiéndome ver por encima de él, mientras se levantaba apoyándose con las manos y las rodillas. Y lo que vi me dejó horrorizado. Sentí erizárseme el pelo de la nuca y que se me paralizaba el corazón.
La luna era tan brillante que, aun con la gruesa persiana amarilla, entraba suficiente claridad en la habitación para ver. En el lado de la cama más próximo a la ventana descansaba Jonathan Harker con el rostro arrebolado y respirando con dificultad, como si estuviese sumido en un estado estuporoso. Arrodillada en el borde de la cama más próximo a la puerta, estaba la blanca figura de su esposa. Junto a ella, de pie, había un hombre alto y flaco, vestido de negro. No miraba hacia la puerta, pero en cuanto le descubrimos, todos reconocimos al Conde... en todos los detalles, hasta en la cicatriz de la frente. Tenía cogidas Jas dos manos de la señora Harker con su mano izquierda, apartándole con fuerza los brazos; y le sujetaba la nuca con la derecha, obligándola a volver la cara sobre su pecho. Su blanco camisón estaba manchado de sangre, y un hilillo descendía también por el pecho del hombre, cuya ropa desgarrada lo mostraba al aire. La escena guardaba un terrible parecido a la de un niño obligando a un gatito a meter el hocico en el plato de leche para que beba. .Al irrumpir en la habitación, el Conde se volvió hacia nosotros, y una expresión demoníaca, cuya descripción yo conocía ya, apareció en su semblante. Sus ojos rojos centellearon con furia diabólica; las grandes ventanas de su nariz aguileña se abrieron y temblaron; y los dientes blancos y afilados, detrás de sus labios manchados de sangre, castañetearon como los de una fiera salvaje. Con un movimiento violento que arrojó a su víctima sobre la cama, se volvió y se abalanzó sobre nosotros... Pero el profesor se adelantó, y alzó hacia él el sobre que contenía la sagrada hostia. El Conde se detuvo súbitamente, tal como hizo la pobre Lucy delante de su tumba, y retrocedió. Y fue retrocediendo más y más, a medida que avanzábamos con nuestros crucifijos en alto. Inesperadamente, se ocultó la luna al interponerse una nube oscura y enorme; y cuando surgió la llama de gas, al aplicarle Quincey un fósforo, no encontramos más que unos tenues flecos de vapor. Los vimos escurrirse por debajo de la puerta que, debido al retroceso, después de la violenta embestida, se había vuelto a cerrar. Van Helsing, Art y yo corrimos hacia la señora Harker, que había recobrado el sentido, profiriendo un grito tan frenético, tan lleno de desesperación, que me seguirá resonando en los oídos mientras viva. Durante unos segundos, permaneció tendida en una actitud indefensa y dislocada. Tenía el rostro macilento, con una palidez acentuada por la sangre que le manchaba los labios, las mejillas y la barbilla; un delgado hilillo de sangre descen día por el cuello, también. Tenía los ojos extraviados de terror.


Drácula, Bram Stoker (1897)

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