24 de febrero de 2014

Alegría

Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía.

Era alegría la mañana fría
y el viento loco y cálido que embiste.
(Alma que verdes primaveras viste
maravillosamente se rompía).

Así la siento más. Al cielo apunto
y me responde cuando le pregunto
con dolor tras dolor para mi herida.

Y mientras se ilumina mi cabeza
ruego por el que he sido en la tristeza
a las divinidades de la vida.


José Hierro, Alegría (1947)

18 de febrero de 2014

Luz y Oscuridad

184

[…]
Kiyoko sonrió. No había justificación en su sonrisa, sino cierta disponibilidad. El corazón de Tsuda, que había empezado diciendo mentiras, fue ganando poco a poco en serenidad.
—Me maravilla comprobar que nada te preocupa.
—Sí.
—No has cambiado nada en absoluto.
—Por supuesto, aún soy la misma mujer.
Tsuda quiso responder con algún sarcasmo, pero la camarera, que aún no había terminado de colocar la fruta, se [sic] rio.
—¿De qué se ríe se se puede saber? —preguntó Tsuda.
—La señora Seki es muy divertida —explicó, pero en vista de la seria expresión de Tsuda, se sintió en la obligación de añadir algo más—. Es cierto: mientras uno está vivo siempre es el mismo. A menos que se nazca de nuevo, es imposible convertirse en otra persona.
—Eso no es cierto. Hay gente que renace en vida.
—¿De verdad? Me gustaría conocer a alguien.
—Si de verdad quiere, se lo presentaré.
—Se lo ruego —dijo con una carcajada antes de señalarse la nariz con el dedo índice—. Debe de ser esto otra vez. Yo no estoy a la altura, señor. Después de todo, su olfato le ha traído hasta la habitación de la señora.
[…]


Luz y Oscuridad, Natsume Sōseki (1916)

7 de febrero de 2014

Luz y Oscuridad

157

—Escúchame sin interrumpirme. Si me escuchas de verdad, te lo diré. Tengo tan mal gusto que esta deliciosa comida francesa de la que tanto disfrutas o el sake me parecen iguales que los de esa sucia taberna en la estuvimos juntos la otra noche. Eso hace que me desprecies, ¿verdad? Yo, al contrario, me siento orgulloso de ello y como contrapartida te desprecio por desdeñarme. ¿Ves a dónde quiero llegar? Piénsalo un momento. En este sentido, ¿quién de los dos se siente atrapado y quién libre? ¿Quién es más feliz y quién está más constreñido? ¿quién está en paz y quién trastornado? A mi modo de ver, siempre pareces avergonzado de algo, siempre estás inquieto, nervioso, tratando de evitar lo que te desagrada, arrastrándote tras las cosas que te gustan. ¿Por qué? Para mi la respuesta es muy simple. Porque disfrutas de tanta libertad que no sabes qué hacer con ella; porque tienes margen suficiente para ser una personas excéntrica y porque, al contrario que yo, no has tocado ese fondo donde no te queda más remedio que aceptarlo todo y permitir que la gente haga contigo lo que le plazca.
Tsuda, en efecto, despreciaba a Kobayashi. Sin embargo, pese a todo, se veía obligado a admitir un hecho: el hombre que tenía enfrente estaba hecho de un material mucho más duro que él.

Luz y Oscuridad, Natsume Sōseki (1916)

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