27 de febrero de 2013

Tres sombreros de copa

ACTO III

[...]
PAULA. ¡Te casas, Dionisio! 
DIONISIO. Sí. Me caso, pero poco... 
PAULA. ¿Por qué no me lo dijiste...? 
DIONISIO. No sé. Tenía el presentimiento de que casarse era ridículo... ¡Que no me debía casar...! Ahora veo que no estaba equivocado... Pero yo me casaba, porque yo me he pasado la vida metido en un pueblo pequeñito y triste y pensaba que para estar alegre había que casarse con la primera muchacha que, al mirarnos, le palpitase el pecho de ternura... Yo adoraba a mi novia... Pero ahora veo que en mi novia no está la alegría que yo buscaba... A mi novia tampoco le gusta ir a comer cangrejos frente al mar, ni ella se divierte haciendo volcanes en la arena... Y ella no sabe nadar... Ella, en el agua, da gritos ridículos... Hace así: «¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!» Y ella sólo ama cantar junto al piano «El pescador de perlas». Y «El pescador de perlas» es horroroso, Paula. Ella tiene voz de querubín, y hace así: (Canta.) Tralaralá... piri, piri, piri, piri... Y yo no había caído en que las voces de querubín están llenas de vanidad y que, en cambio, hay discos de gramófono que se titulan «Ámame en diciembre lo mismo que me amas en mayo», y que nos llenan el espíritu de sencillez y de ganas de dar saltos mortales... Yo no sabía tampoco que había mujeres como tú, que al hablarnos no les palpita el corazón, pero les palpitan los labios en un constante sonreír... Yo no sabía nada de nada. Yo sólo sabía pasear silbando junto al quiosco de la música... Yo me casaba porque todos se casan siempre a los veintisiete años... Pero ya no me caso, Paula... ¡Yo no puedo tomar huevos fritos a las seis y media de la mañana...!
PAULA. (Ya sentada en el sofá.) Ya te ha dicho ese señor del bigote que los harán pasados por agua... 
DIONISIO. ¡Es que a mí no me gustan tampoco pasados por agua! ¡A mí sólo me gusta el café con leche, con pan y manteca! ¡Yo soy un terrible bohemio! Y lo más gracioso es que yo no lo he sabido hasta esta noche que viniste tú... y que vino el negro..., y que vino la mujer barbuda... Pero yo no me caso, Paula. Yo me marcharé contigo y aprenderé a hacer juegos malabares con tres sombreros de copa...
PAULA. Hacer juegos malabares con tres sombreros de copa es muy difícil... Se caen siempre al suelo... 
DIONISIO. Yo aprenderé a bailar como bailas tú y como baila Buby... 
PAULA. Bailar es más difícil todavía. Duelen mucho las piernas y apenas gana uno dinero para vivir... 
[...]
(DIONISIO va a sentarse junto a ella.)
DIONISIO. ¡Yo haré algo extraordinario para poder ir contigo!... ¡Siempre me has dicho que soy un muchacho muy maravilloso!... 
PAULA. Y lo eres. Eres tan maravilloso, que dentro de un rato te vas a casar, y yo no lo sabía... 
DIONISIO. Aún es tiempo. Dejaremos todo esto y nos iremos a Londres... 
PAULA. ¿Tú sabes hablar inglés?
DIONISIO. No. Pero nos iremos a un pueblo de Londres. La gente de Londres habla inglés porque todos son riquísimos y tienen mucho dinero para aprender esas tonterías. Pero la gente de los pueblos de Londres, como son más pobres y no tienen dinero para aprender esas cosas, hablan como tú y como yo... ¡Hablan como en todos los pueblos del mundo!... ¡Y son felices!...
[...]
PAULA. No. Realmente yo no quisiera irme contigo, Dionisio... 
DIONISIO. ¿Por qué? 
[...]
DIONISIO. Paula..., ¿no me quieres? 
PAULA. (Aún desde el balcón.) Y hace frío... 
DIONISIO. (Cogiendo una manta de la cama.) Ven junto a mí... Nos abrigaremos los dos con esta manta... (Ella va y se sientan los dos juntos, cubriéndose las piernas con la manta.) ¿Quieres a Buby? 
PAULA. Buby es mi amigo. Buby es malo. Pero el pobre Buby no se casa nunca... Y los demás se casan siempre... Esto no es justo, Dionisio...
DIONISIO. ¿Has tenido muchos novios? 
PAULA. ¡Un novio en cada provincia y un amor en cada pueblo! En todas partes hay caballeros que nos hacen el amor... ¡Lo mismo es que sea noviembre o que sea en el mes de abril! ¡Lo mismo que haya epidemias o que haya revoluciones...! ¡Un novio en cada provincia...! ¡Realmente es muy divertido...! Lo malo es, Dionisio, lo malo es que todos los caballeros estaban casados ya, y los que aún no lo estaban escondían ya en la cartera el retrato de una novia con quien se iban a casar... Dionisio, ¿por qué se casan todos los caballeros...? ¿Y por qué, si se casan, lo ocultan a las chicas como yo...? ¡Tú también tendrás ya en la cartera el retrato de una novia...! ¡Yo aborrezco las novias de mis amigos...! Así no es posible ir con ellos junto al mar... Así no es posible nada... ¿Por qué se casan todos los caballeros...? 
DIONISIO. Porque ir al fútbol siempre, también aburre. 
PAULA. Dionisio, enséñame el retrato de tu novia. 
DIONISIO. No.
PAULA. ¡Qué más da! ¡Enséñamelo! Al final lo enseñan todos... 
[...]¡Yo soy más guapa que ella...! 
DIONISIO. ¡Tú eres mucho más bonita! ¡Tú eres más bonita que ninguna! Paula, yo no me quiero casar. 
PAULA. ¡Ya es de día, Dionisio! ¡Tengo ganas de dormir...! 
DIONISIO. Echa tu cabeza sobre mi hombro... Duerme junto a mí... 
PAULA. (Lo hace.) Bésame, Dionisio. (Se besan.) ¿Tu novia nunca te besa...? 
DIONISIO. No. 
PAULA. ¿Por qué? 
DIONISIO. No puede hasta que se case...
PAULA. Pero ¿ni una vez siquiera? 
DIONISIO. No, no. Ni una vez siquiera. Dice que no puede. 
PAULA. Pobre muchacha, ¿verdad? Por eso tiene los ojos tan tristes... (Pausa.) ¡Bésame otra vez, Dionisio...! 
DIONISIO. (La besa nuevamente.) ¡Paula! ¡Yo no me quiero casar! ¡Es una tontería! ¡Ya nunca sería feliz! Unas horas solamente todo me lo han cambiado... 
[...]
PAULA. ¿Cómo es una boda, oye? ¿Tú lo sabes? Yo no he ido nunca a una boda... Como me acuesto tan tarde, no tengo tiempo de ir... Pero será así... ¡Sal ya! (DIONISIO sale, ya con la camisa en su sitio.) Yo soy la novia y voy vestida de blanco con un velo hasta los pies... Y cogida de tu brazo... (Lo hace. Y se pasean por el cuarto.) Y entraremos en la iglesia... así..., muy serios los dos... Y al final de la iglesia habrá un cura muy simpático, con sus guantes blancos puestos... 
DIONISIO. Paula... Los curas no se ponen guantes blancos... 
PAULA. ¡Cállate! ¡Habrá un cura muy simpático! Y entonces le saludaremos... «Buenos días. ¿Está usted bien? Y su familia, ¿está buena? ¿Qué tal sigue el sacristán? Y los monaguillos, ¿están todos buenos...?» Y les daremos un beso a todos los monaguillos... 
DIONISIO. ¡Paula! ¡A los monaguillos no se les da besos...!
PAULA. (Enfadada.) ¡Pues yo besaré a todos los monaguillos, porque para eso soy la novia y puedo hacer lo que quiera...! 
DIONISIO. Es que... tú no serás la novia. 
PAULA. ¡Es verdad! ¡Qué pena que no sea yo la novia, Dionisio...! 

Tres sombreros de copa, Miguel Mihura (1932)

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