9 de enero de 2009

Otelo

Acto I, escena iii

OTELO:
[...] Mientras tanto, con la misma verdad
con que al cielo confieso mis pecados,
expondré a vuestros graves oídos la manera
como alcancé el amor de esta bella dama
y ella el mío.

DUX:
Contadla, Otelo.

OTELO:
Su padre me quería, y me invitaba,
curioso por saber la historia de mi vida
año por año; las batallas, asedios
y accidentes que he pasado. Yo se la conté,
desde mi infancia hasta el momento
en que quiso conocerla. Le hablé
de grandes infortunios, de lances
peligrosos en mares y en campaña;
de cómo en la brecha amenazante
logré salvarme de milagro; de cómo
me apresó el orgulloso enemigo
y me vendió como esclavo; de mi rescate
y el curso de mi vida de viajero:
entonces pude hablare de anchas grutas
y áridos desierto, riscos, peñas y montañas
cuyas cimastocan el cielo; de los caníbales
que se comen entre sí, los antropófagos,
y seres con la cara debajo de los hombros.
Desdémona ponía toda su atención,
pero la reclamaban los quehaceres
de la casa; ella los cumplíapresurosa
y, con ávidos oídos, volvía
para sorber mis palabras. Yo lo advertí,
busqué ocasión propicia y hallé el modo
de sacrle un ruego muy sentido:
que yo le refierese por extenso
mi vida azarosa, que no había podido
oir entera y de continuo. Accedí,
y a veces le arranqué más de una lágrima
hablándole de alguna desventura
que sufrió mi juventud. Contada ya la historia,
me pagó con un mundo de suspiros:
juró que era dmirable y portentosa,
y que era muy conmovedora; que ojalá
no la hubiera oído, más que ojalá
Dios la hubiera hecho un hombre como yo.
Me dio las gracias y me dijo que si algún
amigo mío la quería, le enseñase
a contar mi historia, que con eso podía
enamorarla. A esta sugerencia respondí
que, si ella me quería por mis peligros,
yo a ella la quería por su lástima.
Esta ha sido mi sóla brujería [...].

BRABANCIO:
[...] Ven, gentil dama.
¿A quién de esta noble asamblea
debes mayor obediencia?

DESDÉMONA:
Noble padre, mi obediencia se halla dividida:
A vos debo mi vida y mi crianza,
y vida y crianza me han enseñado
a respetaros. Sois señor de la obediencia
que os debía como hija. Más aquí está mi esposo,
y afirmo que debo a Otelo mi señor
el mismo acatamiento que mi madre
os tributó al preferiros a su padre.


Otelo, William Shakespeare (1604)

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